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Las palabras del funcionario fueron cuestionadas por el Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, que manifestó su preocupación por el impacto negativo de estas políticas
La estrategia arancelaria adoptada por Trump ha sido motivo de controversia desde sus inicios, debido a las fricciones que ha generado con múltiples aliados comerciales. EFE/ W. MCNAMEE.
Durante declaraciones ofrecidas el domingo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, defendió su estrategia comercial basada en aranceles, subrayando que su propósito es fomentar la producción nacional de bienes de alto valor estratégico como equipamiento militar, tecnología de punta y productos relacionados con la inteligencia artificial. Según el mandatario, esta visión busca desplazar el enfoque tradicional en la elaboración de artículos como camisetas o calzado, los cuales, a su juicio, pueden ser fabricados más eficientemente fuera del país.
Las palabras del presidente se dieron en un contexto de crecientes tensiones comerciales con la Unión Europea, en medio de negociaciones que han estado marcadas por la imposición de tarifas y nuevas amenazas de aumentos arancelarios por parte del gobierno estadounidense.
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En un diálogo con periodistas antes de partir desde Nueva Jersey a bordo del Air Force One, Trump fue claro al señalar que sus políticas están orientadas a priorizar sectores estratégicos.
“No queremos fabricar zapatillas y camisetas. Queremos fabricar equipos militares. Queremos hacer cosas grandes. Queremos hacer lo de la inteligencia artificial con los computadores”, declaró, dejando en evidencia su preferencia por estimular industrias tecnológicas y de defensa en lugar del sector textil.
Estas declaraciones se alinean con lo expresado anteriormente por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien en una conferencia celebrada en abril afirmó que el país “no necesariamente requiere una industria textil en auge”. Las palabras de ambos funcionarios fueron cuestionadas por el Consejo Nacional de Organizaciones Textiles, que manifestó su preocupación por el impacto negativo que estas políticas podrían estar teniendo sobre uno de los sectores manufactureros más tradicionales de Estados Unidos.
La postura de Trump también contempla que productos como camisetas, calcetines o zapatos no requieren incentivos de producción local, al considerar que pueden obtenerse del extranjero con eficiencia. En cambio, el presidente aboga por que el país concentre sus capacidades en áreas como la fabricación de chips informáticos, computadoras, vehículos blindados y embarcaciones militares.
Tensiones arancelarias con Europa y otras regiones
La estrategia arancelaria adoptada por Trump ha sido motivo de controversia desde sus inicios, debido a las fricciones que ha generado con múltiples aliados comerciales. Bajo el argumento de proteger la economía interna y reducir la dependencia de importaciones, el gobierno estadounidense ha impuesto tarifas a bienes provenientes de regiones como la Unión Europea, China y Canadá.
El pasado viernes, Trump intensificó su tono comercial al anunciar un incremento del 50% en los aranceles aplicados a productos europeos, medida que entrará en vigor el 1 de junio. Asimismo, advirtió que podría fijar un impuesto del 25% a los iPhones importados, como parte de su esfuerzo por presionar a empresas tecnológicas para trasladar su producción a suelo estadounidense.
Ampliación del plazo en las negociaciones con la UE
En medio de este escenario, el presidente accedió a una prórroga solicitada por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, para extender las conversaciones comerciales hasta el 9 de julio. La dirigente europea había pedido más tiempo para llegar a un consenso que favorezca a ambas partes, enfatizando en una publicación en X (antes Twitter) la disposición de la UE para avanzar con rapidez, siempre que se garantice un trato justo y equilibrado.
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Trump confirmó que aceptó esta extensión tras una conversación telefónica con Von der Leyen, quien le aseguró: “nos reuniremos rápidamente para ver si podemos llegar a un acuerdo”. Aunque originalmente la Casa Blanca había establecido un límite de 90 días para las negociaciones (con fecha final el 9 de julio), la decisión de extender el plazo refleja un interés en mantener abiertos los canales diplomáticos y evitar un deterioro mayor en las relaciones comerciales con Europa.
BB
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