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Por Karen Anderson
¿Qué pasó exactamente?
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Hace unos días, en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, reporteros de espectáculos intentaron abordar a Susana Zabaleta con preguntas relacionadas al desempeño de Ángela Aguilar. Según relatos, Pérez intervino molesto, diciendo que se trataba de “chismes” y acusando a los medios de solo buscar sensacionalismo.
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Al momento en que Zabaleta intentó evadir la atención, tropezó con lo que algunos dicen eran cables o equipo; ese incidente escaló en redes.
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En respuesta, Ricardo Pérez junto con Slobotzky, sacaron una parodia llamada “No Tenemos Vida” en el canal de La Cotorrisa, en la que hacen una sátira de los programas de espectáculos: personajes que parodian conductores conocidos, situaciones ridículas basadas en notas de chismes, exageraciones, críticas e ironías.
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Algunos periodistas y conductores de estos programas reaccionaron con molestia. Flor Rubio dijo que la parodia era humillante, no comedia. Pati Chapoy comentó que tal vez la reacción de Pérez sea parte de su estrategia mediática, una forma de visibilidad, aunque la critica la tachó de “infantil”.
Por qué este tipo de prensa de espectáculos puede hacer daño
Los programas de espectáculos han tenido ya un largo historial mostrando intimidades, difundiendo rumores, especulaciones sin confirmar. Y aunque algunos defienden la libertad artística o la sátira, los impactos pueden ser reales:
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Violación de privacidad: cuando lo que se expone no es parte del compromiso público, sino de momentos personales o declaraciones sacadas de contexto.
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Presión emocional: la exposición constante puede generar ansiedad, vergüenza o culpa en los famosos, especialmente en situaciones vulnerables.
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Desinformación y rumores: al jugar con parodias o especulaciones, se mezcla verdad con ficción, lo que confunde al público.
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Poder desbalanceado entre medios y celebridades: los programas que tienen alcance masivo pueden opacar voces de quienes no tienen la misma plataforma.
Televisión vs redes sociales: ¿quién manda ahora?
Una tendencia clara es que la televisión tradicional está perdiendo terreno frente a plataformas digitales y redes sociales:
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La audiencia joven cada vez confía más en podcasts, reels, clips de YouTube, que en programas de chismes en TV abierta.
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Las figuras públicas pueden responder directamente al público (por ejemplo, a través de redes), sin depender del filtro de la prensa de espectáculos; eso les da algo más de control.
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Algunos medios ya están ajustando su contenido, pues los espectadores demandan mayor veracidad, más empatía y menos morbo.
Reflexión final
Este episodio con Susana Zabaleta pone de relieve un punto importante: ser famoso no equivale a ser objeto público 24-7, ni a renunciar al derecho a tratar tu vida con respeto y dignidad. Parodias y sátira tienen su lugar, pero también es legítimo pedir que exista un límite con el que se haga daño o se degrade sin motivo.
Como espectadores, debemos preguntarnos: ¿hasta qué punto estamos consumiendo contenido que daña la integridad de otros por puro entretenimiento? ¿Cuánta responsabilidad tenemos al compartirlo, comentarlo o reírnos con él?
Al final, el respeto no debe ser sacrificado en el altar del rating. Hay espacio para la crítica, la ironía y la comedia… pero que no se construyan sobre la humillación o la mentira.
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